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La eterna sumisión

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Es complicado hacer una propuesta que pueda salvar al mundo, sobre todo si se busca la restauración a corto plazo. Por eso, escribo este poema como el grito de uno de los miles de millones de individuos que buscan el cambio, donde acudo a mis iguales a actuar pronto y poder hacer algo al respecto.

 El excesivo consumo de una sociedad capitalista
que se queda atrapado entre el limbo del todo y la nada.
El inconsciente individualismo,
las ganas de morir y ser más grande que el otro.
La competencia, el dolor, la hambruna;
las casas sin techo y los suelos sin pasto.
Un mundo chueco y torcido que pide ayuda entre líneas:
Cuando la tormenta cae,
cuando la lluvia torrencial incendia los rastros del amor por nuestros semejantes.
Cuando el odio nos come vivos y nos desolla la piel.
El temor de las minorías, la risa de aquellos que tienen el poder y lo utilizan para fijar su aullido bajo las nubes y sobre nuestras cabezas

Es una realidad: se avecina la muerte,
y somos la causa y consecuencia de la misma.
¿Con qué cara pediremos perdón a nuestra madre naturaleza?
¿Con qué rimas trenzaremos su pelo para embestir la vida
y llenarla de cánticos y súplicas para detener esta homicidio planeado?

El tiempo se acabó; somos nosotros
contra el espejo.

¿Qué decir cuando las palabras terminan sobrando?

Los días están contando,
y sobre estos brazos vacíos que ya no se abrazan entre sí,
queda la última respuesta:
Luchemos contra nosotros mismos.
Pongámosle un alto al fuego y dejemos de cruzar los brazos.
Consumamos lo que necesitemos;
quitemos prejuicios y el mismo sentimiento de superioridad
que nos ha puesto bajo la tierra y con una cuerda bajo la barbilla.
Derroquemos al orgullo

Bajemos las armas;
pidamos perdón y hagámonos uno con la situación que nos vuelve humanos.

Para terminar con el problema,
éste debe ser erradicado desde la raíz:
Dejemos de ser ajenos ante la biodiversidad que nos rodea,
la multiculturalidad de este mundo en llamas,
el dolor del otro,
la pena de quien ya no está.
Se avecina el fin
y debemos romper las vestiduras de la mujer que nos ha guiado hasta el día de hoy.
Empaticemos con la vida,
durmamos por las noches creyendo que nos sobran días.
Cantemos al unísono del desván
las ganas de estar y no padecer.

Uno mismo con el mundo.
Uno mismo con nosotros.

 

Colegio Madrid A. C. (México)
Lara Elizarrarás Botello
2° de bachillerato

Publicado en Poesía | Etiquetado | Deixa un comentario

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