23 de marzo del 2050
El calor se cuela por la ventana entre abierta de la habitación, golpea con fuerza la pared y llena el cuarto en un segundo. Odio esta época del año porque hace tanto calor en la ciudad que cancelan las clases; la verdad es que no la odio tanto, sólo un poco porque a diferencia del resto del año, al menos en estos meses no vamos a la escuela.
Siempre hace calor por aquí y estando en casa no pasa nada porque hay aire acondicionado y esas cosas para poder refrescarnos, pero en la calle es complicado estar, el calor es pegajoso y los rayos del sol son tan fuertes que arde la cara al mirar hacia arriba. Sé que no fue así siempre y me hubiera gustado vivir en una época donde ir a la playa no fuera un castigo.
Mamá está en la cocina, no sé qué hace, pero puedo hacerme una idea. Sus pasos resuenan por las baldosas del suelo y se disipan cuando se sube a uno de los bancos y ya no baja los pies. Preparará el almuerzo y después saldrá a trabajar aún en verano y nadie puede salir de casa, es una lástima.
Su voz se hace presente desde la cocina, ubicada en la planta baja de la casa, grita:
—Cariño, ¿Podrías bajar a buscar a buscarme la cortadora de papas?
No hace falta que le conteste nada, ella sabe que bajaré enseguida y buscaré lo que me ha pedido. Bajo de la cama y camino descalza hasta las escaleras del sótano donde aún guardamos las cajas sin desempacar de cuando nos mudamos a la casa, hace más de tres años.
La puerta de madera truena cuando la empujo para entrar, hace un calor horrible, ni siquiera me da tiempo de encender el ventilador cuando ya he comenzado a sudar. Enciendo el interruptor y el ventilador comienza a girar sobre mi cabeza. Repaso con la mirada las cajas acomodadas en filas en el sótano, todas están enumeradas y marcadas para que cada vez que mi madre me pida que baje por algo, me sea más fácil encontrarlo.
Rebusco dentro de la caja que tiene escrito <<Cocina>> conmarcador negro la cortadora de papas de mamá, pero no lo encuentro, así que dejo la caja abierta y comienzo a buscar dentro de las demás por si en alguna está. Suele pasar que empacamos mal las cosas y no es hasta que bajo a buscar algo que me doy cuenta de eso.
Junto a la caja de la cocina, están las cosas de papá en la única caja de cartón que no está marcada., agarro el cúter del suelo y lo paso por la fina línea de cinta adhesiva que mantenía cerrada la caja, nunca antes la había abierto y es más que nada porque a mamá no le gusta recordarlo. Yo no recuerdo mucho de mi padre y casi todo lo que sé acerca de él es por lo que mamá me ha contado, pero a ella no le encanta que hablemos de eso, así que no pienso mucho en él.
Cuando la caja se abre sale un hilo de polvo que quito con las manos y abro la caja completamente para poder revisar el interior. No pasa demasiado tiempo cuando ya he olvidado lo que he bajado a buscar, pero me sorprende la clase de cosas que mi padre guardaba en una caja, cosas como: cartas, libros, discos de CD y botellas de refresco son las primeras que me encuentro.
Debo decir que cuando llego al interior de la caja ya no espero nada importante, pero cuando me decido y vacío por completo la caja, volteándola, y un marco de cristal golpea el suelo, me siento extrañamente curiosa.
Limpio con la tela de la camiseta el cristal cubierto de polvo para poder ver la fotografía y cuando por fin ha quedado limpia, me doy cuenta de que me hubiera gustado revisar sus cosas mucho tiempo atrás. Es una fotografía limpia, hay un árbol en el medio de un campo cubierto de pasto, los rayos del sol le dan el tronco y recargado sobre el mismo, un pequeño niño sonríe feliz a la cámara. Tiene en las manos una botella de plástico llena de agua y una gorra de béisbol. No da la impresión de que el sol me lastime, sino que está feliz.
Y un recuerdo me viene a la cabeza, es cuando mi padre aún estaba. Estábamos sentados sobre la hamaca en el jardín y él me contaba de su infancia, le encanta jugar cualquier deporte y hacer cosas al aire libre, me decía que era una lástima que yo no pudiera hacer nada de eso porque él se culpaba de que el planeta ya no fuera lo mismo. Me decía que, si no hubiera hecho muchas cosas, yo habría podido salir y jugar sin contaminación.
Pero ahora el mundo está tan destruido y contaminado que estoy segura de que en unos años ya no tendremos aire que respirar y es una lástima que hasta este punto de la vida la gente comience a preocuparse de la velocidad con la que arruinamos el mundo. Y suelo pensar que, si yo hubiera vivido en otra época, yo hubiera cuidado el mundo, quizá ni siquiera me habría importado. Ya no hay mucho que pueda hacer, ni siquiera sé cómo podría cambiar las cosas ahora.
Y aunque ya no pueda conocer un mundo limpio, gracias a mi padre al menos puedo imaginarme lo que hubiera sido.